Tarde de verano, de un viernes caluroso, mas de treinta grados y como cada tarde al final de una dura jornada de trabajo las afiladas líneas de mi pequeña montura me esperan para llevarme a casa, en su interior mi disfraz motero que me trasforma en un guerrero quijotesco en medio del asfalto lleno de molinos de metal, amenazantes, acechantes... Mi mente esta puesta en un largo fin de semana, el calor es sofocante, abro el cofre y miro dubitativo la estampa de mi chupa, tomo mi casco modular curtido en mil batallas y esos guantes de regalo que se caen a pedazos y que tantos recuerdos me traen, y vuelvo a mirar mi armadura mientras el ronroneo del cilindro calienta a marchas forzadas el pequeño motor de mi Burgman, una ultima mirada y el cofre se cierra con mi chupa en su interior.  Como cada día a la misma hora, la rutina tan diaria como peligrosa, mismo recorrido, mismas paradas, con sincronización milimétrica, las luces pasan del rojo al verde por unas calles casi desiertas, sin la lucha de esquivar coches y más coches, mi infierno diario se convierte casi en un placer. La vía recién asfaltada, seca y libre del incesante trafico.

Tomo la arteria principal de Madrid, semáforo en rojo como cada día, apenas pasan unos minutos de las ocho de la tarde, tras de mi un par de filas de enlatados, con la primera engranada como si de una “pole” se  tratara, el latido del “muñecote” me hace bajar la mentonera de mi casco, luz verde y mi muñeca derecha aprieta la maneta, una mirada al  espejo y tras de mí, como una manada de lobos, dos todoterrenos mastodonticos van ganándome terreno, a lo lejos la imponente estampa de Nuevos Ministerios, mientras uno tras otro como cada día, los semáforos van cambiando del rojo al verde.

Ultimo semáforo verde, para tomar la C/Rios Rosas, a lo lejos veo la silueta de un taxi, en su interior un rostro lleno de arrugas y un pitillo en la comisura de sus labios, apenas doscientos metros nos separan, un rafagazo de mi montura como si de un guiño se tratara intenta advertirle de mi trazada, mis ojos se deslizan al retrovisor
izquierdo e intuyen las defensas cromadas del mastodonte apenas a una veintena de metros tras de mí.

Y de repente..........

El taxi arranca apresuradamente se salta su semáforo en rojo, entre espanto clavo mis ojos en su frontal, intento cambiar mi trazada, inclino mas y más, mi mano derecha aprieta la maneta del freno suavemente, mi camino de salida esta cubierto por el Patrol de mi izquierda, mi morro consigue rebasar a duras penas el frontal del taxi,
>aprieto mas la maneta, la horquilla delantera se hunde y todos los pistones muerden los discos levantando la inclinación de mi montura, son décimas de segundo, todo pasa en un abrir y cerrar de ojos, el taxi que no ha detenido su inexplicable marcha, me “caza” en mi cuartos traseros, casi me desmonta  y un zigzagueo incontrolado desvía mi trayectoria hacia el mastodonte, que temiéndose el impacto inminente destroza sus neumáticos contra el asfalto para no impactar contra la frágil estampa de mi montura.

Consigo enderezar mi trazada, que se dirige inexorablemente hacia un grupo de miradas que atónitas clavan sus ojos en mi dirección, ni cinco metros separan mi rueda delantera de sus pies, los desfallecidos discos
y sus dobles pistones se vuelven a clavar aun  con mas ganas si cabe, un bufido sale de los tubos metálicos de mi horquilla, un tremendo olor a goma quemada llena el ambiente, mis manos aprietan más y más, no hay
opción.......

Mi larguirucho cuerpo rueda sin cesar, un escalofrío me recorre, mi cabeza golpea una y otra vez contra el suelo, como un pelele vuelta tras vuelta, una quemazón, un olor, un ruido...... frenazos a lo lejos, voces, chillidos, y como una bomba, un estruendo seco y todo se para, como si nada hubiera sucedido, son apenas unos segundos, mil y una vivencias se pasan por la mente, uno quiere borrar, y piensa “no ha pasado nada, nada..”.

Al abrir los ojos la imagen es dantesca, pies a mí alrededor, sombras que te agarran, sangre, mucha sangre, confusión, carreras, sirenas,........ apenas unos minutos antes...........nada había sucedido....

Mil brazos me agarran y me devuelven a la realidad, mi mirada llena de odio y frustración se dirige al taxi, este mete primera e intenta esquivar el todoterreno, gente corre para detenerlo y lo consigue, mi casco esta destrozado, partido como un melón, mi cadera izquierda apenas me aguanta, mis brazos manchados de asfalto están llenos de sangre, mis pantalones rasgados como si una fiera hubiera hecho presa en ellos, mis queridos guantes son jirones de trapo, y mi pequeña montura yace fatigada, extenuada sobre un costado, el impacto ha sido brutal, seco, atronador, cojeando voy hacia ella ........., en mi cabeza mil porques sin respuesta.

Como la mía, su piel esta desperdigada, sus entrañas al descubierto, cojo sus doscientos kilos de peso magullados e intento con mi mirada expresarle la gratitud de salvarme la vida, como fiel escudera se ha destrozado por mí, su carenado fracturado, su foco apagado, mi ángel de la guarda ha caído por mí........

Un sonido que se acerca, unas luces, ya vienen por nosotros, una pesadilla hecha realidad, no quiero despertar.

Han pasado casi cien días, y mi ángel sin alas se ha trasformado, luce sus mejores galas, me aguarda casi con insultante belleza, el trabajo que han realizado y su coste ha devuelto su esplendor, incluso algunas cicatrices de batallas anteriores han desaparecido, la miro ruborizado, y parece entender que ya nada será como antes.

Y pese a ello ...........Ronronea, ronronea............

Nacho González
Septiembre 2004