La Última de Altaïr

Fue en Julio de 2002 cuando se cerrarron los dos circulos.
 
Los circulos que se iniciaron con el nacimiento de Altaïr, allá en Diciembre de 2000.
 
El circulo de las aventuras llevadas a cabo con Altaïr llegaba a su fin, pues, sin despedirnos de ella la cambiábamos por la que era nuestra nave Alüenda . El no despedirnos de ella es porque mi padre aceptó hacerse cargo de ella durante unos años.
 
El otro círculo fue el de las amistades que rodeaban (nunca mejor dicho) gran parte de las aventuras de Altaïr y de las que puedes encontrar perfectos ejemplos en esta sección.
 
Coincidiendo con la aparición de Alüenda poco a poco fuimos perdiendo el vinculo con los que creíamos eran nuestros amigos. Vimos sustitutos. Suponíamos más interesantes que nosotros. Sonrisas que se alejaban.
 
Y un nuevo día amanecía. Poco a poco la tristeza de perder al amigo sin saber porque iba desapareciendo. Poco a poco el reconocer que nunca fue amigo se convertía en un posible.
 
Y un día amanece y te lo dices directamente.
 
Descubres que gran parte de lo que yo había sentido lo había sentido en solitario pensando tontamente que lo sentíamos todos.
 
Y así se cierra esté primer circulo de aventuras. Este primer circulo basado en unas amistades que resultaron no ser tales.
 
Aunque supongo que lo mismo sentirán ellos.
 
Si es que son capaces de sentir..
Junio 2000
 
El Renault Twingo que respondía al nombre de Burbus entró en el taller. Iba a ser sometido a una inspección más o menos profunda de cara a ver que había que hacerle. Cambio de neumáticos, cambio de aceite, revisión de pastillas y discos...
 
Pues si, dijo el mecánico. Tardaremos más o menos hora y media.
 
Salieron fuera del taller. Corría el mes de Junio y el reloj marcaba las 4.30 de la tarde. Hacia mucho calor. Sergio, agobiado por la temperatura instó a Cristina a acercarse a una cafetería que había próxima. Además, añadió, podemos ver motos. Cristina, que miraba en ese momento a Burbus que triste les despedía, subió las cejas a modo de sorpresa.
 
Lentamente fueron descendiendo la calle del Polígono Industrial tratando de ocultarse lo más posible de los rayos solares. Llegaron a la cafetería. Esta estaba instalada en la misma nave que ocupaba una empresa dedicada a la venta de motos según Cristina pudo constatar en la entrada. Fuera, diversas motocicletas de segunda mano aguantaban estoicamente el “dolor” que la inclinación de los rayos solares producía a esa altura de la tarde.
 
Entraron. Sergio pidió una cerveza. Cristina pidió una coca-cola.
 
-         Pues que creo que podemos entrar aquí al lado y preguntar.
-         ¿Qué quieres preguntar? -Interrumpió Cristina.
-         Pues por las motos
-         ¿Qué motos?... No estamos para comprar motos.
-         Ya pero... si es solo para mirar
-         Bueno, tu verás...
 
Terminaron las bebidas. Aclararon la situación económica con el de la barra y pasaron al local de al lado.
 
Desde la entrada ya se veían centenares de motos todas pegadas unas con otras. A Sergio le recordó el patio de armas de su cuartel por las mañanas... cuando los señores con bigote pasaban “lista” compañía por compañía.
 
Las motos estaban agrupadas por tipos. Trail, Custom, Turismo, Sport. Las había nuevas, a la izquierda, y de segunda mano, a la derecha.
 
Sergio se lanzó y pasó su visión por toda la enorme sala. Allí estaba. No sabia como se llamaba y por ello no dijo nada a Cristina. Sin embargo, ya la había visto alguna vez rodando...
 
Se acercó a ella. Cristina le siguió.
 
-         ¿Qué te parece?, preguntó Sergio alegremente
-         ¿Qué me parece qué?
-         La moto, ¿que qué te parece?.
 
El Burgman azul, modelo 2000 recién llegado al concesionario se exhibía orgulloso entre una Spazio y una Epicuro.

-         Ah, pues está bien –contestó Cris.
-         ¿Qué está bien? dijo Sergio llevándose las manos a la cabeza... ¿Qué está bien?. Pero tía no te das cuenta de que es la leche.
-         Bueno, si... es bonita. ¿Y qué?
 
 Una voz interrumpió aquel momento, posiblemente uno de los más importantes en la relación de la pareja.
 
-         ¿Puedo ayudaros?
-         Mmmm si, - contestó Sergio. Verás estamos interesados en... esta moto.. por llamarla de alguna manera...
-         Eso es una maravilla, - interrumpió el comercial, es la moto del futuro.
-         A sí?, y eso? – contestó con tono de incredulidad Sergio
-         Esto es una moto que os permitirá viajar todo lo que queráis, tengo un cliente que me llamó el otro día para decirme que habían viajado con el Burgman a Asturias a comer... volvieron y solo les costó el viaje 3.000 pelas de gasolina.
-         Joder... pues está bien de pelas.
-         Y lo cómodo que es... porque es cómodo de verdad.
-         No si... – añadió Sergio, es una de las cosas que veo. ¿Puedo montarme?
-         Claro, - contestó el vendedor... deja que la saque... porque están muy pegadas y no vas a tener sitio...

El vendedor... de forma casi acrobática consiguió separar el Burgman de sus dos compañeros de exposición adelantándolo un poco más, y dejándolo mas tarde sobre su soporte lateral (pata de cabra). Sergio se lanzó a la nave.
 
-         Guauuuu...- gritó en su interior. Te he encontrado. – siguió gritando en su interior.
-         ¿Qué le parece?- el vendedor interrumpió su dialogo interior.
-         Hombre, contestó Sergio, está claro... que cómoda es. ¿Cris te quieres montar?
-         No... ya me lo imagino.
-         Móntate porfis.... venga.
-         Pues le queda muy bien – interrumpió el vendedor... – parece que estáis hecho el uno para el otro.
 
Cristina rió. Sergio también. Sabia que no era el momento. Sabia  que no era el lugar. Sabia que acababan de embarcarse en una aventura en la que no cabían mas naves. La flota estaba completa. Se sentaron a la mesa. El vendedor hizo los números. Entrada... Financiación...Además estaba el Hamlet... aún estaba en plena reforma.
Salieron del local. Sin que Sergio se diera cuenta habían pasado ya mas de  dos horas desde que entraron... donde nunca debieron entrar...
 
Volvieron al taller donde Burbus les esperaba. Sergio no hablaba de otra cosa.
 
-       Te ha gustado. Es la leche. Me encanta.
–        ¿No habías dejado lo de las motos? ¿No estamos ahora para eso? Es una pasta.
–        Ya... pero si no digo de comprarla ahora...
 
 
Diciembre 2.000. Concesionario Oficial Suzuki Motofunción. 
 
-         ¿Qué te parece?, ¿Te gusta?
-         Si... pero ¿es que no ves que no podemos comprarla? - Contestó Cristina seriamente en un susurro
-         Bueno... eso ya veremos....
-         Es otra letra... y ya está bien...acabamos de comprar la casa, mi coche, el barco, tu coche... y ahora la moto.....
-         Vale... pero a que mola?... la carretera Cris, la carretera....
-         Te pasas toda la semana haciendo kilómetros con Geronimo... no tienes bastante?
-         ... no es lo mismo Cris, no es lo mismo.
-         Además... ¿qué pasa con tu promesa....? ¿no habías dejado las motos? 
 
Sergio calló. Hacia 5 años que se había despedido de las motos. Era irónico. Ahora se agarraba al manillar de un Burgman de exposición sin querer soltarlo. En aquellos tiempos asistió a la venta de las ultimas Kitties. Desde hacia ya muchos años Sergio había bautizado a todas sus monturas con el nombre Kitty... I, II, III, IV, V.
 
Septiembre del 95… los médicos le dijeron que era mejor dejarlo. Que era un riesgo... que qué necesidad había?.. El miedo, la duda... la sombra de la Dama Dulce... le hizo acatar aquella sugerencia.
Fue una forma de llegar a adquirir al legendario Gorrión Centenario. Un Seat Ibiza de ultima generación... que hizo muchos muchos kilómetros.  
 
-         Pero no te calles... interrumpió Cristina
 
Sergio seguía en el garaje lavando por ultima vez a Kitty IV. La TX había estado parada muchos meses... Estaba cubierta por casi 3 cms de porquería de garaje. Sus primeros viajes serios en solitario... habían sido sobre esa fiel vespa. Recordaba el salvaje ronroneo de la GPZ400.... recordaba como se fue.
 
-         Mira Cris. La voy a comprar. No aguanto más. 
 
Unos días después, Altaïr salió del concesionario. Sergio, emocionado bajo el frío invernal de Madrid trataba de hacerse a la nave en la oscuridad de la ciudad. Cristina, desde el coche que les había llevado allí., parada en el tráfico hablaba emocionada con Sergio. 
 
-         Se la ve muy bonita...!!!! 
 
Y nació Altaïr. Y nació Altaïr Co. Y el espíritu salvaje de la carretera nos inundó a los dos. Comenzamos el fin de semana 31 de Diciembre de 2000. El frío. La nieve. Los medios de comunicación recomendaban no viajar.... pero no pudimos soportarlo. Cargamos a Altaïr y nos fuimos a Salamanca. Hacia mucho mucho frío. Pero nos daba igual. Cristina comenzó a sentir la moto. A Sentir la carretera. A sentir el viaje. Yo me reencontraba con mi espíritu adolescente. Volvíamos a “viajar”.
 
 La nieve, el hielo... creímos que no llegábamos a tiempo a la fiesta de nochevieja. Altaïr, aun asustada, descansaba en Ávila bajo el “seguro” techo de una gasolinera. Nosotros esperábamos en la cafetería que dejara de nevar....
 
 Y luego llegó el MCM. Altaïr comenzó a navegar con naves como ella. Con tripulaciones como ella. Tripulaciones que han ido pasando por nuestras vidas. Tripulaciones que han ido calando en nuestras vidas. Tripulaciones que han marcado nuestras vidas. Tripulaciones que han sido parte de nuestras vidas. 
Y Altaïr crecía... y el tiempo pasaba. Y los kilómetros también. Y Altaïr era cada vez más mayor. Recuerdo ahora los 6.000 recorriendo el levante. Los 12.000 recorriendo el Sur. Los 18.000 .....  
 
Córcega. Era tanta la libertad. Era tanta la aventura. Era tan fuerte la unión. Altaïr nos llevó allí. Íbamos todos montados a lomos de la pequeña nave. El MCM era tema de conversación diaria. En nuestra gran aventura en solitario... fuimos, sentimos la presencia de todos. Lo que diría uno.. lo que pensaría el otro...  
 
Y nos sentimos solos. Y sentimos el miedo. Y sentimos la aventura. Y Altaïr estaba allí. Fiel. Era el ultimo eslabón que nos unía a lo conocido.... Nunca habíamos estado “solos” “tan lejos”. 
 
Y volvimos. Y Altaïr se dolía. Y Altaïr se hacia mayor. Y el dinero lo arregla todo... en la maquinas... pero el MCM se deshacía. Pero el odio crecía... La sombra ocultaba el sol que iluminaba la carretera. Y Altaïr dormía... dormía en el garaje. 
 
Aun así... Altaïr fue al norte, al centro, al sur... aun así... Altaïr se movía. Lentamente. Sola.... Los Jinetes.... 
 
Y llega el verano... y Altaïr Co. recupera su espíritu.. y Altaïr Co. quiere apostar fuerte... y Altaïr Co. decide irse al desierto...más allá de donde haya llegado ningún MegaScooter conocido. Problemas de autonomía. Sistemas de transporte de combustible. Problemas políticos... mas aventura. 
 
El desierto. La descultura. La deshigiene. Las lentillas. Las agujas. La aventura salvaje. El filtro de aire reforzado... las latas con gasolina. Las botellas de aceite..... 
 

26 de julio de 2002 
 
Solo queda una semana para nuestra salida hacia el norte. Nuestra intención es ver la regata  Cutty Sark. Comienza cierta tensión... ¿Qué pasa con el que llamábamos nuestro amigo? 
 
La curiosidad me invade. La he visto en fotos. He leído todo lo publicado sobre ella. La he vuelto a ver en mas fotos. Incluso me he permitido el lujo de criticarla... de valorarla 
 
Me acerco al concesionario Suzuki de turno.... La levanto del soporte lateral (pata de cabra), la coloco sobre el soporte central . Me siento. Coloco los pies. Veo el escudo. Siento allí a todas las Kitties...Le digo a Cristina que se monte.... 
 
Nos vamos. Altaïr se queda. Sola. 
 
Fundido en negro.