Resumen de los primeros meses de vida de Vega. Cansancio. Dolor. Calor. Lágrimas. Y un descontrolado éxtasis que surge cuando menos se le espera... con el nuevo destino de la nave Oimiakon!
Durante estos días, al menos durante los últimos 15 años, se disparaba siempre nuestra actividad pro ocio. Cierre de temporada con cenas en terrazas hasta bien entrada la mañana... y sobre todo y con la mayor de las ilusiones... la preparación de nuestro gran viaje.
Hubo años en los que para estas fechas teniamos todo preparado. Otros aún "discutiamos" el destino. Nunca hemos viajado programados, siempre dejábamos cosas al arbitrio de la ruta. Demasiadas a veces...
Sin embargo, a pesar de dejar muchas cosas al azar el proceso de documentación previa era muy intenso. Mapas, a veces de lugares muy lejanos, estudio de rutas, guias.
A pesar de que Google maps ya habia nacido nuestros primeros viajes apenas pudieron contar con la ayuda de internet salvo para ponernos en contacto con algún hotel que otro o para un somero cálculo de kilómetros recorridos en etapas que luego nunca se cumplían.
Y en estos días que vivimos era cuando precisamente más actividad teníamos en este sentido.
Y hoy, se cumple el primer mes de nuestro primer destino, decidido mucho antes, y que nos absorve como nada lo ha hecho antes.
Dentro de unos días Vega Altair, nuestro último proyecto, nuestro proyecto último y más lejano, cumplirá tres meses. Durante las últimas 2.000 horas apenas hemos tenido algo fuera de él que nos entretuviera, distrajera o siquiera nos llamara la atención. Tiempos de intensidad, tiempos en los que he aprendido a saborear el segundo propio como nunca lo habia hecho, tiempos de aprender muchas cosas nuevas. Momentos, instantes, sólo instantes, en los que me siento yo, el viejo Altair, y me pregunto cuándo de nuevo, cuándo lo necesitaré de nuevo.
Durante diez años, en cierto modo, he estado alimentando y satisfaciendo la necesidad infinita de llegar más allá. De llevar nuestra máquina más allá de dónde la lógica, la cartera y los del banco nos sugerían en periodos tan cortos.
Las ganas no me faltaban pero lejos veía la posibilidad, ésa que tan sólo encuentran los que hoy llamamos héroes (y que creo que envidio de forma malsana), de dejarlo todo, cerrar el kiosco y marchar a dar las vueltas al mundo. Nunca tuve valor. Y ahora sé que nunca lo tendré.
Apenas sonrie. Su rostro parece más preocupado en sus "problemas" que en relacionarse. Está centrada dónde su trabajo está. Crecer.
¿Por qué duele tanto nacer?. ¿Por qué es tan dificil crecer?
Tantos intensos sucesos no pueden ser todos agradables... Durante este mes hemos tenido de todo. Alegría infinita, desesperación, incomprensión, cansancio, tensión, -¿por qué demonios no deja de llorar?...
Nada que muchos de vosotros no sepais. -Y nada que los que no lo sepais os tengais que perder.
Nacer es transformación. Y la transformación duele. No sólo para quien nace. Los que rodeamos al nuevo ser tambien cambiamos.
Conducía motos mucho antes de que la gente normal llevara gafas de sol para todo. Cuando todos querian verse en las oscuridad y bailar, yo ansiaba ver el infinito negro del asfalto. Y mal vivía entresemana deseando que llegara ese sabado o domingo, en el que sin decir nada a nadie, huía de la sociedad y me encerraba en mi casco (si, para los "viajes" ya usaba casco) con todo lo negro por delante...
Desde entonces he ido aprendiendo a disfrutar y sentir cada kilómetro. Cada instante de duda, miedo no han sido más que coqueteos con la bella e imprevisible ruta.
Dentro de unos días Vega Altair, nuestro último proyecto, nuestro proyecto último y más lejano, cumplirá tres meses. Durante las últimas 2.000 horas apenas hemos tenido algo fuera de él que nos entretuviera, distrajera o siquiera nos llamara la atención. Tiempos de intensidad, tiempos en los que he aprendido a saborear el segundo propio como nunca lo habia hecho, tiempos de aprender muchas cosas nuevas. Momentos, instantes, sólo instantes, en los que me siento yo, el viejo Altair, y me pregunto cuándo de nuevo, cuándo lo necesitaré de nuevo.
Durante diez años, en cierto modo, he estado alimentando y satisfaciendo la necesidad infinita de llegar más allá. De llevar nuestra máquina más allá de dónde la lógica, la cartera y los del banco nos sugerían en periodos tan cortos.
Las ganas no me faltaban pero lejos veía la posibilidad, ésa que tan sólo encuentran los que hoy llamamos héroes (y que creo que envidio de forma malsana), de dejarlo todo, cerrar el kiosco y marchar a dar las vueltas al mundo. Nunca tuve valor. Y ahora sé que nunca lo tendré.
Dentro de unos días Vega Altair, nuestro último proyecto, nuestro proyecto último y más lejano, cumplirá tres meses.
Alejarme de los que quiero sólo es mucho más dificil si aparece alguien a quien mucho más quiero. El tema siempre me interesó, ¿qué es lo que hace que alguien, aparentemente alejado de cositas y personitas, de repente se interese hasta casi la obsesión por ellas? Solo hay que vivirlo... es así de fácilApenas sonrie. Su rostro parece más preocupado en sus "problemas" que en relacionarse. Está centrada dónde su trabajo está. Crecer.
¿Por qué duele tanto nacer?. ¿Por qué es tan dificil crecer?
Tantos intensos sucesos no pueden ser todos agradables... Durante este mes hemos tenido de todo. Alegría infinita, desesperación, incomprensión, cansancio, tensión, -¿por qué demonios no deja de llorar?...
Nada que muchos de vosotros no sepais. -Y nada que los que no lo sepais os tengais que perder.
Nacer es transformación. Y la transformación duele. No sólo para quien nace. Los que rodeamos al nuevo ser tambien cambiamos.
Conducía motos mucho antes de que la gente normal llevara gafas de sol para todo. Cuando todos querian verse en las oscuridad y bailar, yo ansiaba ver el infinito negro del asfalto. Y mal vivía entresemana deseando que llegara ese sabado o domingo, en el que sin decir nada a nadie, huía de la sociedad y me encerraba en mi casco (si, para los "viajes" ya usaba casco) con todo lo negro por delante...
Desde entonces he ido aprendiendo a disfrutar y sentir cada kilómetro. Cada instante de duda, miedo no han sido más que coqueteos con la bella e imprevisible ruta.
Junio y Julio han sido algunos de los meses en los que menos fotografías hemos hecho. Apenas hemos grabado algunos segundos de video. Tampoco hemos escrito, y apenas hemos visto cine.... y mucho menos nos hemos acercado a un dispositivo conectado a internet para algo que no se pueda tener el título trabajo.
Desde que creamos el Hogar de Altair no hemos dejado de dedicarle tiempo, ganas, ideas y trabajo. Mantenerlo vivo y fresco era en realidad una necesidad. Mezclaba en su naturaleza aspectos técnicos que llamaban mucho mi atención, así como otros muchos, que porque no decirlo, me permitían mantenerme en contacto con el "mundo" de la moto. Un mundo que al principio era poco virtual y poco a poco fue creciendo, y como ya me he contado muchas veces, nos permitió conocer gente que de otra forma no hubieramos tenido la suerte de alcanzar.
Cuando viajas en moto hay un motón de decisiones que tomar, algunas mucho antes de tener noticia real de todas las variables... Sin embargo, a pesar de las distintas gamas de importancia que han podido tener todas las decisiones que hemos tomado a lo largo de nuestros viajes, siempre ha habido una cosa común a todas ellas: creíamos siempre que haciamos lo mejor.
En el proyecto Vega a la duda diaria se une ese sentimiento de culpa añadido. -¿Lo estaré haciendo bien?. Son muchas las cosas que se pueden vivir en todo viaje, pero el fin último siempre es llegar. Se puede llegar mejor, peor, o regular. Siempre llegar.
La aventura de Vega lejos de esa simplicidad añade muchas más variables. Se ha dormido, pero ¿podría haberse dormido mejor? ¿antes? ¿habra que cambiar la postura?...
A veces, a veces... tengo que abandonar. No soporto el lamento de Vega. Dejo hacer a Cristina e incluso a veces cierro la puerta para poder seguir con lo mío...
El trabajo. Vega. El cansancio. El calor. El dolor. El sudor. Lágrimas. Éxtasis
La no primavera dio finalmente paso al no verano. En pleno proceso de recuperación Cristina navegó sus primeros kilómetros en ruedas en equilibrio. Habian pasado muchos meses desde la última vez.
Oimiakon se confundió en el breve regreso que nos separaba de casa. Un cercano camino recorría los campos de Madrid.
El dolor aún no había desaparecido. El dolor de traer un ser a la vida. El dolor de nacer. Un cuerpo que se rehace por dentro. Una belleza que nunca cambia.
La aventura de verdad esperaba en casa. La nave Oimiakon nos regaló estos minutos que nunca pasarán a la historia por su grandeza, dificultad o atractivo. Pero sin duda se grabaron a fuego en mi corazón... los primeros metros de libertad. Cristina y yo.
Y Vega ocupaba toda nuestra mente. Fue la primera vez consciente que tuve esa sensación de felicidad al ver el camino de tierra que se perdía en el horizonte unida a la desazón de estar separado de Vega.
El Tributo a los Dioses de la ruta se vio cumplido con nuestro regreso y todo apuntaba muy bien. Volvíamos a casa. Altaïr Co. regresaba!
Pero lejos a nuestros deseos el cielo decidió ponernos a prueba de nuevo. Mejor dicho. Puso a prueba al padre de Cristina. Quien tras varios meses de ingreso en residencias sanitarias tuvo que luchar contra la muerte bajo los fríos focos de un quirófano. De nuevo el miedo. De nuevo la incertidumbre más brutal. La soledad. Levantarse y luchar. -No llores Sergio, trágate la lagrimas- decía mi abuela que se Dios tiene en su seno-. Continuar.
El trabajo. Vega. El cansancio. El calor. El dolor. El sudor. Lágrimas.
La sala de espera de la UVI de un macro hospital. Todos los habitantes de la sala cruzábamos las miradas de forma tímida mientras esperábamos que nos llamaran. No era la primera semana que frecuentábamos el "local" y nuestros choques de mirada con otras familias rozaban la complicidad. La complicidad del dolor. Del sufrimiento de la pérdida. Del continuar. Continuar en soledad. Tantos minutos desperdiciados con la persona querida. El alma que tras esa fría puerta lucha por quedarse... o por irse.
Y mientras Vega crecía... Y el mundo seguía girando. Y el trabajo exigía un nuevo giro de tuerca. Y el tiempo no daba tregua.
Y fue así como Junio dio paso a Julio quien sin casi dejarse ver dejo pasar a agosto. Un agosto en el que nos encontramos tan agotados. Tan sorprendidos. Tan maravillados. A veces quiero chillar de felicidad. Otras de dolor... Del dolor que ya hemos pasado. Dolor que nos ha hecho crecer. Dolor que nos ha hecho más uno. Y quizás tambien nos ha hecho más dos. O lo mejor de todo, Tres.
Y así. Sentados. Sin nada que hablar. Disfrutando de la sonrisa que no esconde nada. La sonrisa pura de Vega. Sus labios que no esconden mentira. Cristina propuso un destino.
Cuesta decirlo. Cuesta reconocerlo. Pero mi corazón se aceleró. Notaba mis latidos en el cuello y la sien. Viaje?... algo en mi interior comenzó a vibrar. Se que algunos lo llaman "mariposas en el estomago". Prefiero pensar en el fuego amable de mi interior... ardía. Yo ardía.
Oimiakon tenía destino...